
Esto pordría ser un episodio aislado pero no y sino que se lo pregunten al amigo Vikingo que él tuvo algún que otro encontronazo con las monjas por la comida. La verdad es que te cohibian un poco esos comentarios espontaneos de las religiosas.
Otra cosa a reseñar era la neura que habian cogido las monjas con mi sudadera de Bruce. Cuando llegaba la colocaba en el respaldo de la silla y cuando venian las monjas con el carrito a repartir o a recoger platos parecia que no habia otro sitio donde estrellar su carro salvo en mi sudadera, al final tuve que darsela a algún compañero que se encontrase enfrente mio para evitar que en uno de esos ataques kamikazes monjiles mi sudadera saliera perjudicada.
La comida era correcta y estuvo mejor que en Uclés y en esta ocasión si querias más patatas te daban más patatas no como en la anterior convención que te ponian cuatro patatas y cuando les decias que te pusieran más te decian que no, que si te ponian dos más no bastaría para los otros. Snif! Y eso que todo el mundo sabe que yo no como mucho... pero eso es de otro viaje que no quiero recordar.
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